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Enero de 2005. ¿Por qué elegí esta fecha para narrar algunas reflexiones que me acompañaron a través de estos dos últimos años? Porque me considero a mitad de camino, alejado del fangoso mundo del under, pero aun no resplandeciendo en las áureas atalayas del éxito. Estoy en un estado ecléctico, absorbiendo diversas sensaciones provenientes de ambos estados: uno caótico, humillante diría, en donde por una entrevista, por una aparición, por tratar de destacarte entre medio de otros artistas, se realiza cualquier acto degradante con tal de escapar al término “oculto”; y por otro lado ya veo a lo lejos, como en un horizonte, lo que me espera si continúo por este sendero. También allí, donde la fama, el dinero, las mujeres, los halagos desmesurados sobran, se encuentra la trampa, la competencia, la envidia, el odio... ninguno de estos dos estados que vengo nombrando supera al otro en bajeza, pero al menos el último puede darme la paz, la tranquilidad de haber logrado el propósito que tenía hace 6 años, cuando un día me senté delante de una hoja en blanco y escribí mi primer libro “El negro testamento de mi locura”
Desde la primera letra de ese libro sabía hacia donde me dirigía, jamás dudé del rumbo que tomaría mi vida, y supe desde siempre lo caro que pagaría cualquier tipo de éxito: aun no lo logré plenamente, pero lo poco sembrado me demuestra que no estaba equivocado, que fui una suerte de profeta, y que tanto lo bueno como lo malo que me acarreó este camino, lo preví con insano entusiasmo en abril de 1998.
Es un privilegio poder explayarme y dar a conocer un fragmento de mi último libro, Circo Zoocial, en esta página. Me siento emparentado en muchos aspectos con el movimiento gótico; lo que sucede conmigo es que muchas veces la gente sólo me juzga por mi apariencia, sin detenerse a observar lo que hago, y me sentencian únicamente porque mi corte de pelo es más parecido al de Jon Bon Jovi que al del cantante de HIM. Cuando señalas con un dedo a alguien, tres dedos de esa misma mano te están señalando a vos, por eso hay que tener mucho cuidado con lo que opinamos de los demás, porque la mayoría de las veces la gente desaprueba lo que no es capaz de hacer.

Provocar sentimientos encontrados en los lectores, violentar a las Musas y desgarrar el níveo papel es un privilegio que el vulgo no se puede dar: no alcanza para ser un buen artista los claros de luna o la partida de la hembra o el macho de turno; se requiere talento, perseverancia y más odio ajeno que amor propio para transitar este camino; jugarlo todo a una sola carta, hacer trampa si es necesario... uno actúa correctamente sólo cuando está seguro de ganar la partida.
Si bien mi filosofía no me generó demasiado, me preservó de muchos disgustos, espacialmente en cuanto al homínido se refiere. Desconfío por naturaleza de cuanto ente se mueve por la faz de la tierra, de sus sentimientos, de sus dádivas, de sus manos extendidas para brindar amor. Es el egoísmo la piedra angular del género humano; amamos a alguien sólo para ver en él nuestros sueños concretados; lo idealizamos por un penoso deseo de ser retribuidos de la misma manera: en cuanto el hechizo acaba, y la mascara cupidesca cae, dejando ver el inmundo rostro del ser amado, lleno de inseguridades, de defectos físicos (que el velo del amor no nos permitía ver), lo despreciamos vehementemente. Una vez acabada una relación, sea esta de cualquier índole, comenzamos a ver lo idiotas que fuimos al entregarnos a esa persona. Y el amor, que es un pacto tácito entre dos inseguros, se desliza de nuestras manos como la arena. ¿Qué nos queda entonces? El arte, la mayor manifestación de individualismo del hombre, el onanismo superlativo al que podemos aspirar únicamente cuando rompimos todos los lazos que nos ataban a los demás. Porque uno crea cuando perdió algo o cuando desea alcanzar algo; en los momentos vitales es imposible dar forma a nuestras ideas, es por eso que la Vida y el Arte nunca irán de la mano: una es monótona, predecible, basada en cánones que no inventamos y sentenciada a desaparecer en un corto lapso de tiempo, mientras que el Arte, con todo su esplendor, es siempre una novedad y gracias al genio del artista, es imperecedero. Ningún genio acabó sus días abrazado al ser amado, contemplando la chimenea humeante y jugueteando con un gato. El destino del Genio es la soledad absoluta, la locura, la desesperación, la inmolación... hacer de su bandera su sudario.
¿Cual es la diferencia entre un genio y un talentoso? Que el talentoso acierta en el blanco que los demás no pueden; el genio acierta en el blanco que los demás no ven.
Yendo puntualmente al libro que verá la luz en los próximos meses, sólo puedo decir de él que es la venganza final de un hombre que ve en la felicidad del otro, su propia condena. Circo Zoocial es el grito reivindicativo de toda una generación perdida de jóvenes; gente apartada del ganado social, sea por sus ideales, por su vestimenta, por su visión de las cosas.
Lo que traté de reflejar en este nuevo material es la parte activa de las minorías; su odio, su desprecio, su grito de guerra; el estandarte escatológico que no nos conduce a nada, pero que al menos quema todo a su paso. Es en cierta medida un libro autodestructivo: no propone soluciones ni inculca la libertad del individuo-la libertad no existe, ¿acaso somos libres para no morir?-; no expone ideales ni trata de influenciar a la gente; muchos menos de ganar su simpatía: Circo Zoocial es la lepra que todos llevamos dentro pero que intentamos tamizar con diversas sensaciones; es una eyaculación en pleno rostro de un infante...
La gente se verá sorprendida al comparar esta obra con cuentos como "El gordo pelotudo" o "Los almohadones de mi agonía". Esos relatos cortos muestran la pasividad del ser anómalo, su cruenta resignación a la sociedad que lo rodea. En cierta medida genera lástima y nos hace recapacitar lo injustos que somos con las personas que padecen cualquier tipo de discapacidad.
En cambio Circo Zoocial, y especialmente el capítulo que se expone en esta página, es el levantamiento de la gente "diferente", es una advertencia a los idiotas titiriteros de la sociedad: tengan cuidado con los inocentes... todo verdugo es un mártir al que no le cortaron la cabeza.
El libro se vio influenciado por varios factores: el principal fue el contacto con mis lectores. Poder conocerlos, escuchar sus historias de vida, ver que como reces se encaminan al matadero por la única razón de pensar diferente. Es un libro íntegramente dedicado a toda la gente que a lo largo de estos años fui conociendo; es una suerte de homenaje que les hago por su fidelidad, por su fanatismo, por esas muestras incondicionales que siempre tuvieron hacia mi persona. Es el maná que el Señor les manda en el desierto en pleno éxodo.
Otro factor fue el clima en donde lo concebí. Estaba en mi mejor momento mediático y artístico; entrevistas, creación de nuevos textos, halagos en demasía, mujeres hermosas... todo eso influenció en Circo Zoocial. Yo nunca pude encajar con la sociedad ni con sus códigos de bestias domesticadas, y pese a que en ese momento para muchos era el Coloso de Rodas, yo me sentía igual de insignificante que cuando no era conocido, y tal vez aun más.
La esterilidad de mi corazón, el dolor, la infelicidad nunca menguó, y todas esas demostraciones de reconocimiento no hicieron más que acentuar mi carencia afectiva. Recuerdo que amanecía, siempre fiel a mi insomnio, y dejaba a alguna mujer de ocasión descansar en el otro cuarto, para internarme en mi libro. Pasaban horas y horas; las colillas de cigarrillo adornaban mi escritorio, el café era consumido por litros, pero yo no me movía de mi sitio. Cuando la chica se levantaba, promediando el mediodía, y me solicitaba mis favores viriles, la echaba de mi presencia: para mí no existía otra cosa que los personajes de Circo Zoocial.
En aquel tiempo hice varias entrevistas relevantes en medios masivos: cuando regresaba de ellas, asqueado y cansado de lo que yo mismo había deseado durante tanto tiempo, corría al encuentro de la hoja en blanco, para contarle a ella, cuan confesor autista, la desgracia que significaba para mí ser una persona que no se había extraviado como los demás, que había acertado. Nunca pude contemporizar conmigo mismo.

El desprecio hacia mi persona lo manifiesto en todos los aspectos de mi vida, buscando siempre escapar a la condición de humano. En el sexo, o más precisamente en el sadomasoquismo, quiero ser cualquier cosa menos un hombre: esclavo, amo, mascota, basura... he llegado a degradar y degradarme tan hondamente, tan inmundamente.
La realidad fue siempre mi enemiga. Hay un párrafo de un libro mío que dice:
"¿Cómo ser padre y marido, si nunca me sentí hijo ni hombre?" Allí radica la gran tragedia de mi vida y el éxito de mi creación literaria.
Una noche una prostituta me preguntó: ¿"Si no hubieras sido escritor, que serías?" "Una persona"- le respondí.
Con el arte me pude evadir, él me dio impunidad e inmunidad sentimental. Aunque claro, también me acercó más a las personas; miles de individuos leen mis textos, y un puñado de ellos, nada despreciable, tiene un fanatismo arraigado.
Pero los entiendo, y también los envidio: me hubiese gustado admirar a un escritor como yo, pero tuve la desgracia de ser yo el escritor admirado.
Eso es todo, estimada gente, espero que saboreen este fragmento de Circo Zoocial y recuerden que el hombre nace empapado en sangre como un verdugo y gritando como una víctima. Esa es la naturaleza del bípedo.



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