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Desde
muy chico siempre me gustaron las fotografías
no sabía por que, pero me gustaban.
A los ocho años, me regalaron una Kodak instamatic,
hasta ese momento la cámara familiar, que
con el nacimiento de mi hermano, se decidió
renovar.
Con la Kodak, no hice gran cosa, o si, en realidad
hice lo que mejor sabe hacer un niño. Jugar.
El día que cumplí quince años,
la situacion económica familar era pésima,
y mi padre no tenia dinero para hacerme un regalo,
entonces, me obsequió su cámara de
visor directo aquella que habia reemplazado a la
Kodak.
El no lo sabía, pero ese día, me estaba
regalando la puerta de entrada a una profesión,
y una herramienta con la que luego aprendería
a sublimar mis pasiones.
Entre tanto y durante mucho tiempo, estudiaba en
busca de un título para colgar en alguna
pared, primero fue terminar el secundario, seguir
con arquitectura, en medio, cambiar a diseño
gráfico, que en medio cambió imagen
y sonido, y entre esos cambios, darme cuenta que
lo único que no habia cambiado era mi amor
por la fotografía. Y entonces llega el momento
de la decisión, si el seguir detras de un
diploma, o encarar ese camino embalsamando tiempos,
recortandolos de la realidad, con los colores de
una realidad distinta, a veces más tenebrosa,
pero más fácil de ser soportada.
Hoy la fotografía es mi medio de trabajo,
al igual que todo lo aprendido en la facultad, dedicandome
por completo a la imagen. Dicto cursos, talleres,
hago fotos publicitarias, diseños de gráfica
y web, incluso he diseñado y ambientado espacios.
Pero no todo es trabajo.
La fotografía y la oscuridad, siempre han
ido juntas en mi vida. Hablando de ella, como concepto
mientras dictaba un curso decía lo siguiente:
Es un breve intante de luz en la plena oscuridad,
que impacta sobre una superficie sencible. Y cuando
digo esto, no se bien de quien hablo, si de la fotografía
o de mi mismo.
Desde muy niño, ciertas imágenes se
adueñaban de mi atención abstrayendome
de todo, construyendo historias en mi mente, algunas
de ellas aun siguen grabadas en mi memória.
Hoy si bien no puedo fotografiar todo lo que me
conmueve, esas imagenes quedan dando vueltas en
mi cabeza hasta salir bajo otras formas y recortando
otros tiempos, en donde se vean reflejadas como
metáforas de aquellas que le dieron origen.
Pasaron treinta años desde aquella pequeña
cámara de plástico hasta hoy, muchas
cosas han cambiado, yo he cambiado, el mundo ha
cambiado, pero las sensaciones que siento al mirar
a través de la cámara siguen intactas.
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