Como todos en algún punto de su vida me sentí perdida y confundida acerca de lo que quería dedicarme. Siempre tuve una atracción por el mundo de las artes, raro en una familia en el que las matemáticas, la física y la informática predominaban. Decidí ir en contra de la inercia familiar y seguí mi propio instinto, y no fue hasta hace algunos años atrás en que me di cuenta que realmente la fotografía es algo a lo que quiero dedicarme el resto de mi vida. Es lo que más me apasiona e incluso mis actividades en diseño suelo combinarlas con fotografía, de una u otra manera.

La mayor parte de mi trabajo son retratos en los que procuro incluir elementos que me estimulan y apasionan, desde un rasgo glamouroso, fetichista u oscuro. Me gusta resaltar la delicadeza y fortaleza de la figura femenina en muchos de mis trabajos. Creo que ese es mi mayor fetiche realmente, es algo que me gusta admirar, ser y retratar. No hay nada más fascinante y satisfactorio que demostrar ser una mujer fuerte, sin perder la feminidad. Estas dos herramientas combinadas son poderosas.

Trabajo con tendencias góticas porque es un elemento que ha sido parte de mi vida por muchos años ya. Encuentro en esta estética cierto confort. Admiro la belleza del romanticismo, de la noche y de lo lújubre, y por supuesto todas las artes basadas en ella, desde literatura, música, cine, pintura y por supuesto fotografía. Definitivamente este es un elemento que, aunque a veces inconscientemente, plasmo en mi trabajo.

Entre los fotógrafos de mi admiración resaltan David LaChapelle, Helmut Newton, Flor Garduño, Floria Sigismondi, André Kertész y Annie Leibovitz
entre otros. Cada uno tiene un estilo muy particular que me encanta.

Mi máximo interés es seguir evolucionando mi fotografía y seguir fotaleciéndome como mujer, y siento que es algo de lo que nunca me voy a
satisfacer porque la fotografía es como un ser en constante movimiento y es imposible quedarse en un mismo lugar; y dejar de descubrir cosas nuevas y
múltiples retos en la vida.