La lluvia ataca al bosque con violencia, que en medio de la oscuridad no puede más que retorcerse con vagos movimientos, el frío lo tiene entumecido, apenas un lamento se escapa, provocado por algún pequeño animal al que aún le quedan algo de fuerzas. En medio del bosque está mi sombra, de pié bajo el aguacero. Mis cabellos mojados casi tapan mi rostro, mis ropas empapadas se pegan a mi piel. Eso sucede fuera. Dentro hay una llama que arde incandescente, que ni el viento ni la lluvia podrán apagar por más que lo intenten, una llama que es la que mantiene mi cuerpo con vida, una llama que tengo que llevar a quien la necesite. Con la música pretendo hacerlo, con ella intento regalar un relajante acompañamiento, un fondo que ayude al oyente a crearse atmósferas de reflexión, de relax, de distracción... Es una invitación a que se dejen envolver por ellas, que por unos instantes se puedan aislar del mundo, dejar a un lado el frío que nos impide oírnos a nosotros mismos. Pretende crear ambientes que permitan a la persona conectar con su yo interior, y que se produzca una fluidez que sea sumamente enriquecedora. Cuando alguien nos dice algo a viva voz, las palabras dichas dejan en nosotros una sensación, un sentimiento, que es justamente la idea que pretenden transmitir. Si alguien nos dice “te quiero” nuestra alma alberga un torrente de sentimientos provocado por esas dos palabras. Con la música pretendo provocar esos mismos sentimientos, esas sensaciones, pero haciendo que viajen a través de los sonidos. Ahondo en los universos grises que nos rodean, entristecidos por la desilusión de lo cotidiano, reales como la vida misma. Me inspiro en la mediocridad de lo que nos rodea, en la conciencia de que no existen los príncipes azules ni ninguna princesa se va a parar a besarnos, que cada pequeño paso que se consigue dar en la vida cuesta sangre, sudor y lágrimas. Y desde dentro, desde el fondo de esos tristes universos cotidianos que tan familiares nos son a todos, enciendo la llamita de esperanza, arranco un trocito de ilusión desde el centro anunciando que hay otro camino, hay otra forma. La mediocridad, la bajeza de los seres humanos es inevitable pero a pesar de ella hay un rinconcito para la felicidad, es posible ser feliz a pesar de todo. Ese rinconcito es el amor, el amor fraterno que lleva a una persona a trabajar por el bien de otra, que pone el bienestar del otro por encima del propio, el amor que llevado al extremo ayuda a dar incluso la vida por los seres amados y a hacerlo con una sonrisa en los labios y perdonando. Árbol de otoño que siente primavera Es muy fácil sentir la pérdida de la libertad por las circunstancias que todos tenemos y que nos atan al lugar en el que nos encontramos, el trabajo, el círculo familiar, el de los amigos. Es muy fácil sentir pequeñas frustraciones porque no podemos ir donde realmente queremos o hacer lo que nos gustaría porque tenemos un trabajo que realizar, tenemos unos gastos a los que hacer frente, unas responsabilidades que atender. Ese es el árbol en otoño, un ser cuyas raíces le atan a un lugar inhóspito, un lugar que no es el suyo y del que no puede huir, pero por otro lado no puede prescindir de ellas porque las necesita. Es muy fácil sentirse el árbol en otoño. Os presento una alternativa a esta situación asfixiante, en siete partes os voy descubriendo cómo se puede tener una respuesta: el amor. Cada una de esas partes está basada en un poema, que son los que van guiando, los que explican el contenido de la música y los que desvelan su significado. El narrador de la obra se acerca al árbol con la idea preconcebida de encontrar a un ser triste, lo ve en un rincón gris de una ciudad, en pleno otoño, bajo la lluvia, con un viento que intensifica el frío y sin sus hojas, con las ramas desnudas. Se sorprende al acercarse y descubrir que, a pesar de todo, es feliz, a pesar de todo su risa resuena dentro de él. Entonces es el árbol quien le explica que ha decidido no pensar tanto en lo que no tiene, en lo que echa de menos y concentrarse en lo que sí puede hacer, en lo que sí está a su alcance. Le narra cómo ha conocido muchas historias de personas, cómo se ha dado cuenta de que si hubiera crecido en un bosque no las hubiera encontrado y cómo ha contribuido, en mayor o menor medida, a que sean felices, le narra que se ha dado cuenta de que, precisamente por haber nacido donde lo ha hecho y por haberse encontrado en las circunstancias en las que se encuentra, es por lo que ha podido conocer esas historias y por lo que ha podido ayudarles. Finalmente le explica que, al contribuir en la felicidad de otros, la suya propia fue creciendo poco a poco y que ya ha colaborado con tanta gente que su felicidad es tan grande como para cubrirlo de hojas completamente, como para sentirse en primavera aún viviendo en el más crudo de los otoños.
Tengo que llevar la llama |