En la mitología griega Pegaso (en griego Πηγασος) era un caballo alado.
Pegaso nació de la sangre derramada por la Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza, siendo éste su primer jinete. Es totalmente blanco y tiene dos alas que le permiten volar. Una característica de su vuelo es que cuando lo realiza, mueve las patas como si en realidad estuviera corriendo por el aire.

Belerofonte encarna el defecto de la excesiva ambición. Cuando por fin consigue montar a Pegaso, no contento con esto le obliga a llevarlo al Olimpo para convertirse en un dios, pero el caballo no accede y lo tira, de modo que Belerofonte queda condenado a vagar apartado del resto del mundo toda su vida.

Zeus coloca al pegaso en el cielo para que fuera eterno, la constelación de pegaso.
Cuando esto sucedió, un pluma de sus alas cayó cerca de Tarso, y así la ciudad adoptó su nombre.